Papeles Nocturnos
Catálogo expo Papeles Nocturnos, Galería Domingo Padrón, Miami, EUA, 2001
…se metía hasta por los resquicios
más protegidos de la imaginación…
Gabriel García Marquez
La especial sensibilidad de Pedro Pablo Oliva le permite captar un fascinante universo cargado de símbolos, producto de su incesante imaginación y con la absoluta singularidad de quien es capaz de construir una formulación plástica de vigorosa fantasía. Su propuesta artística toda es un conjunto realizado con inspiración lúdrica, que atesora un mensaje inquisitivo, portador de valores éticos y morales de alcance universal.
Explora esta vertiente dibujística, a la que ha dedicado la mayor parte de su esfuerzo creativo, convirtiéndola en un vehículo de diálogo que privilegia el conocimiento de la obra de este artista. En ella aflora el mundo de sus visiones muy ligadas al lirismo, impregnadas de la melodía de sus colores dentro de la línea ocurrente que permea su pintura de un singular valor plástico. Recurre a la elegancia de la cartulina de fondo negro para muchas de estas creaciones, lo que da título a esta muestra.
Estas imágenes ofrecen una visión selectiva y parcial del amplio espectro de indagación del artista; posibilitan una exploración de las preocupaciones más recurrentes del autor y desencadenan el poder comunicativo al nivel que acostumbra. Su recorrido nos facilita la aventura espiritual de adentrarnos por los senderos de su creatividad, reveladora de gran ingenio en el ámbito de las artes plásticas. Muchos de estos dibujos presentan una iconografía singular: cuerpos humanos que se superponen unos sobre otros en diferentes transformaciones, trabajadas con mucho ingenio. Oliva asume una característica tradicional en su producción al colocar varias secuencias en un plano, ofreciendo una concatenación de situaciones en el mismo espacio de tiempo, al igual que la simbólica piedra sobre la cabeza o la espalda del protagonista, así como el uso reiterado de juguetes de cuerda, evidentes a lo largo de su trayectoria artística.
Es una serie de trabajos poblada de personajes agradables, donde se aprecia un sentimiento de complacencia en el rostro de la imagen – muchos de ellos posando con los ojos cerrados. La representación femenina, delgada, lánguida, etérea, y de manos alargadas, se nos muestra en una actitud maternal en relación con la imagen masculina que la acompaña. La presencia de figuras distendidas, con brazos desmesuradamente largos o cortos, desproporcionados, contribuye a conformar la idea deseada mediante el uso del expresionismo lírico característico. En algunas de estas piezas se respira una insistente necesidad de protección y cariño insaciable por parte de los protagonistas de la escena. Se hace patente la importancia de la relación amorosa en la pareja y la preponderancia del papel de la mujer en esta relación, apoyado en la confrontación desigual de las dimensiones de los individuos (hombre, menor–mujer, mayor).
Su cosmogonía poética permite la unidad de su diseño formal, desde el uso del color y el tratamiento diferenciado de los detalles, dentro de la organización plástica de la superficie. Se reconocen signos característicos en la obra de Oliva como el fino tratamiento del trazo, realzado por los valores cromáticos contrastantes del blanco, el negro y la escala de los grises; el uso de las transparencias y el difuminado que consiguen la ligereza de la composición. La presencia de la socorrida silla de mimbre de respaldar redondo, agradablemente acoge a un grupo de personajes y alrededor sitúa a otras figuras junto a animales. Consigue así un ambiente acogedor para el conjunto y en muchos casos, apela al recurrido sello donde aparece una inscripción en un extremo de la obra.
Oliva establece las condiciones propicias para un acercamiento a los signos que sustentan una alegoría visual, de un modo deliberadamente metafórico a sus producciones, legitimando así su impulso creativo y dando fe de su intención explícita cuando comenta: “… me interesa el conflicto del ser humano con el tiempo y con él mismo…”[1]
Esta búsqueda de raíces éticas, apreciables en su carácter visual por una refinada técnica pictórica, se concreta en obras de colorido optimista, intenso y contrastante dentro de una composición armónica donde la figura es protagonista, tratada con cierta ingenuidad y una dosis de ternura y candor, apresada en la inocencia de una niña acostada o en la candidez de una paciente dama sentada.
Dentro de su imaginación fantástica se destaca el uso humorístico de sus códigos, apresando la nacionalidad y la herencia cultural del país. La originalidad de estos mitos visuales radica en la mezcla de herencias y orígenes heterogéneos en el sentido paródico; aportando una perspectiva que tiene puntos en común con anécdotas tomadas del criollismo y cosmopolitismo dentro del perfil cultural nacional, lo que nos permite realizar una lectura sociohistórica de su obra.
En sus presupuestos teóricos asoma ese germen visceral de vincular su vida con su obra plástica, evidente en esta frase del autor:
Siempre he tratado de vincular un poco mi vida con la creación; y cómo vivo, con la obra. A mí me parece que en la vida cotidiana, esa diaria, esa de las contradicciones, está precisamente el tema y el germen de no convertir la obra en repetición diaria.[2]
Asomarse a este conjunto permite descubrir una mirada acerca del mundo contemporáneo dentro de los laberintos existenciales de un singular universo vivencial semántico, que caracteriza la estética de Pedro Pablo. La experiencia vital y su manera de atrapar la realidad enriquece sus creaciones, Oliva permea con una óptica personal fenómenos cotidianos para sugerirnos diversas lecturas, todas las que seamos capaces de imaginar. Le anima una reflexión sobre determinados modos de conducta de la sociedad actual, abordados con una marcada intención burlesca como elemento trascendente dentro de sus intereses conceptuales. Este enfoque hace que su discurso trascienda lo personal para significar la identidad caribeña y global a partir de la fuerza que emana de sus símbolos.
[1] Rafael A. Bernal. “El mundo no acaba allí donde vuela un pájaro”. Entrevista a Pedro Pablo Oliva. Artes Plásticas en Pinar del Río. Recopilación de artículos en la revista Vitral, jun. 1994/jun. 1998.
[2] Oliva, Pedro Pablo. “Quiero pintar en paz… ”: La Habana, Galería La Acacia, mayo – jun. 2000. Catálogo.
Hortensia Montero Méndez
Crítico de Arte
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