Por donde se escurre la serpiente

Arte Cubano

Siempre he pensado, lo seguiré haciendo, que el hombre es expresión de la vida natural. La noche y el día se expresan, lo húmedo y lo seco, lo tierno y lo grotesco. El pensamiento opuesto también necesita expresarse. De esa batalla, de esa lucha de pensamientos y de ideas hermosas, sólo trascenderá lo justo; y la verdad, temporal o eterna, se impondrá.

Pedro Pablo Oliva

El estudio perfectamente iluminado se hacía más acogedor por el silencio y el penetrante olor de las pastas que el pintor utilizaba para dar vida a los personajes de sus lienzos. A la derecha una pared servía de sostén a cuadros que reposaban, unos sobre otros, a la espera paciente del artista, que por esos días había decidido acariciar las atractivas curvas de la modelo. Ella, sentada de espalda, no le prestó ninguna importancia a mi llegada; sin embargo, el movimiento de su figura trajo a mi memoria un desnudo de Mondigliani, aunque aquella nos mira a los ojos. Uno más, pensó tal vez. Segura de sí misma y sintiéndose centro de nuestra atención, quedó inmóvil y seductora, despertando, al menos en mí, un no sé qué de instintivo. Al acercarme pude percibir la mezcla de provocación y ternura que escapaba de aquel relieve femenino, dúctil y ligero. De pronto me convertí en su rehén y sentí en la garganta el amargor que produce la envidia por el pintor (por el otro, el bigotudo) que haciendo alarde de su oficio la dejaba sin secretos, sin nada que esconder. ¡Qué suerte!¡Si estuviera en su lugar!

Pedro Pablo disfrutaba con discreto placer aquella seducción, aquella suerte de comunión imaginaria, aparentemente intangible. Atrapado por la imagen de la modelo y su pintor no me había percatado de que Oliva se proponía romper con el denso minuto previo a las primeras confesiones. Seguí contemplando el paisaje, que como acto de creación de la naturaleza germinaba ante mi vista, y en el que cuánto trinar y aroma, fugacidad de estrella y sueño, sentía una paz pura, transparente, vital.

Ahora la vida es menos absurda…

Murmuró y se frotó impacientemente la barbilla. Entonces pude darme cuenta de que no deseaba ningún tipo de formalidad, de solemnidad. Quería una conversación sin ataduras protocolares. Esa era mi intención, al menos así lo deseé desde que acordamos aquel encuentro.

…es menos trascendental…

Tomó una cuchilla y comenzó a raspar el lienzo. El incesante movimiento de su puño era tan ligero que apenas se escuchaba el roce del filoso metal con la textura de la tela. Parecía como si Pedro Pablo buscara en el lienzo la manera exacta de caracterizar la época, de establecer las diferencias entre el hoy y el ayer (reciente).

No sé si me entiendes, antes eran otros los asideros, grandes proyectos inacabados, impulsos, locuras…

De pronto se detuvo, sonrió, y su vista entró en los vericuetos de líneas y colores que tenía enfrente. La modelo y el pintor (el otro, el bigotudo) seguían quietos, rodeados por los demás personajes, que a su vez parecían moverse por todo el cuadro. Oliva rastreaba la idea, deseaba que cada palabra ocupara su justo lugar, tuviera su verdadero sentido, sin ambigüedad…

Desde hace algún tiempo estoy trabjando en un cuadro en el que aparecen las figuras de Fidel y el Papa… Unos años atrás esto era impensable…

La pausa alimentó mi curiosidad.

Hoy todo es más racional, más calculado…

Ni lamento ni resentimiento, tal vez la duda shakesperiana de ser o no ser, del “yo” frente al “no yo”; la encrucijada surgida de la incertidumbre ante las eventualidades del presente, del roce con los precarios límites de lo contingente. Esta preocupación por el hoy-inmediato es asumida desde una responsabilidad con la memoria histórica, con el hombre en el sentido más universal de su acepción. El vertiginoso desarrollo hacia un mundo en el que se implantan cánones que desplazan la condición humana a un segundo plano, un mundo operado por estrategas y en el que todo se científica y, por tanto, hay que explicarlo a todo costo, es lacerante para un pensamiento como el de Oliva, que rechaza constantemente lo superfluo para dignificar su estirpe pictórica. De ahí que en épocas como estas los sueños se acortan, pero los desvelos no se alargan, más bien aumentan el insomnio.

Por mucho que lo intento, no encuentro la cabeza de la serpiente…

La respuesta quedó colgada, en el suspense…

Todo partió al indagar sobre sus motivos de creación, sobre móviles expresivos y filosóficos que germinan de su pensamiento. Pero esta tradicional manera de iniciar la conversación con un artista no permitió llegar a donde queríamos, a la posibilidad de entreabrir verjas, saltar muros, llenar patios, ir al circo, navegar en lo primero que apareciera, mirar la ciudad desde los balcones, escuchar los grillos, embriagarse con el suave aroma de las flores y soñar en el más profundo de los refugios. Y es que la incertidumbre en Oliva va muy ligada a la noción de trascendentalidad que tiene muy bien definida, y que lo aparta de las concepciones filosóficas orientales de características más introspectivas. En lo adelante no les buscaríamos respuestas a las preguntas, más bien trataríamos de movernos en torno a sus coordenadas, pues era evidente que muchas de las explicaciones ni siquiera rozaban la esencialidad que implica la ruptura de principios establecidos en otras épocas y por otros hombres y que en esta habían sido trastocados, subvertidos, formando un laberinto de ideas por donde se escurría la serpiente.

Es esta voluntad taumatúrgica del espíritu por explicarse la esencia del “yo”, acude a la búsqueda de respuestas en el mundo que los rodea, en el que participa desde una postura crítica, asumida en su raíz martiana, como ejercicio del criterio y con preocupaciones éticas que, por cierto, no son prédicas de un moralismo a ultranza (como algunos han querido ver), sino de un postura consecuente ante el propio ser social e histórico. Un efecto similar al vuelo del boomerang es el que poseen las permanentes indagaciones sobre los estados de conciencia y afectividad que Pedro Pablo construye. El Hombre es el centro de todo ámbito en el que se desenvuelve, por lo que no sería desacertado asegurar que para Oliva la armonía del ser consigo mismo es condición indispensable que antecede el equilibrio con la sociedad.

Para Pedro Pablo Oliva lo trascendental está en la contradicción que se genera entre las grandes aspiraciones, lejanas metas, inexplicables proyectos, y las posibilidades de realización. En esta suerte de irracionalidad inocente alejada de todo cálculo y que en muchos casos es circunstancial, emotiva, el artista ve desplegarse todo el vuelo de nuestra idiosincrasia. También en la relación dada a partir de la resonancia del suceso y lo insignificantes que pueden resultar sus protagonistas o viceversa. En este contexto su obra elude todo practicismo retórico instaurando su discurso sobre el dilema shakesperiano del ser o no ser.

Porque la vida es un amasijo de cosas incoherentes… Es muy probable que estemos conversando, y en este mismo instante, a esta hora de la tarde, del otro lado de esa pared mis vecinos estén haciendo el amor…

En la pared (tras la cual imaginaba el pintor tal escena) colgaba una obra que dio mucho pasto a comentarios de todo tipo, a suspicacia, a dudas, y que no es más que la crónica de una época difícil, pero con unos matices de increíble versatilidad: «El gran apagón» (1994-1995) óleo/lienzo, 297 X 524 cm.

(…) Recientemente fui a visitarlo a su estudio en donde estaba realizando la obra «El gran apagón», un lienzo de unos seis o siete metros aproximadamente en el que conjugaba personajes y signos de la serie anterior de los refugios, con otros ingeniados apartir de nuevas elucubraciones sobre la escasez de fluido eléctrico. (…) Descubrí que en «El gran apagón» estaban casi todas las señales de nuestra dramática circunstancia –incluido el quinqué, por supuesto-, pero mientras Pedro Pablo Oliva me ofrecía un recorrido sinóptico a través del cuadro, me confesaba que ninguna de las metáforas que conformaban la pieza le satisfacía tanto como la que representaba el dilema de un hombrecito acorralado entre dos lagartos… La anécdota ilustra por sí sola la inspiración azarosa e ingenua que lo caracteriza y que les imprime otros aires a las prerrogativas de su supuesta mordacidad (…)

David Mateo (Palabras al catálogo de la exposición El trío de la Seducción, galería La Acacia, mayo de 1994)

(…) «El gran apagón» revela “el lado oscuro del terruño” y todas las fuerzas que intervienen en su demarcación (…) La exuberancia narrativa de la pieza nos remite a un abigarrado universo psíquico, anclado en los conflictos donde el destino del hombre se coloca como principal punto de mira. Para ello, Oliva se vale de la ironía y la parodia más desenfadadas, al situar a los protagonistas de su relato en situaciones risibles y absurdas (…) Pero más allá de toda lectura de toda lectura se reconoce una patente mofa a “lo imponderable”, al quietismo, a “lo insoluble”.

Amalina Bomnín (Palabras de presentación de la exposición «El gran apagón», julio de 1995)

(…) Pero como todo lo que brilla no es oro, tampoco todo lo que se apaga tiene que ser precisamente luz (…) La falta de fluido mental, o como pudiera llamarse en el argot popular: “apagón mental”, es un fenómeno maligno que ataca principalmente a individuos con rígidos esquemas de comportamiento y proyección para con el medio que los rodea. (…)

Abel Morejón Galá (Palabras de presentación de la exposición EL gran apagón, julio 1995)

(…) No pocas veces sucede que el título de una obra aviva la sana curiosidad y el interés por acercarse a lo desconocido y que también pude ser apropiado para la perfidia y la duda (…). La grandeza de un apagón no puede implicar otras cosa que no sea la frustración de muchos de nuestros gigantescos proyectos; el desengaño ante una realidad nada idílica; la ruptura de la globalización de afanes y principios; la quiebra de la mediocridad pensante y de los apagados impostores y charlatanes. (…) Pedro Pablo Oliva nos pone ante un retablo donde cada uno debe hallar su lugar, su espacio, su tiempo. (…) Para el pintor sus hombrecillos habitan en uno de esos tantos refugios, símbolos de los colosales empeños inacabados; sin embargo, la verticalidad de las líneas en los bordes superior e inferior, contrapuestas a las onduladas curvas y escasas rectas de las imágenes del centro, sugieren otro espacio menos subterráneo y más sobreterrenal. Traspatio…Parque…Circo…Son algunas de las interpretaciones que se han planteado y que son tan válidas como las del propio autor. A partir de este análisis puede derivarse la conclusión de que es posible en una obra de arte una intrínseca contraposición espacio-espacio según los códigos perceptuales de los intérpretes. (…) «El gran apagón» trascenderá en el tiempo y entrará en la historia de las artes plásticas cubanas como el espejo vivo de una época en la que los artistas se adelantaron a los historiadores. (…) R.C. (Revista cultural CAUCE. No. 2/96, pág 46-47).

La referencia anecdótica de David Mateo fue hecha pública por el pintor en un encuentro con artistas e intelectuales de Pinar del Río días después de inaugurada la exposición de la obra. Tal confesión sorprendió a muchos de los presentes, pero aquella era una verdad muy personal que tenía su condicionante filosófica, ética y hasta psicológica.

¿Por qué el hombrecillo?

Sin lugar a dudas, en algo aparentemente tan simple se anida la complejidad de toda una poética imaginativa, de un cosmos en nada simplista y con fundamento estético, antirretórico y humanista. Esta concepción chaplinesca de reforzar como referente simbólico al hombre de pequeñez social, tiene en Oliva varios antecedentes teóricos y vivenciales que se concretan en su confesión 14:

Descubrir que existen miles de florecillas pequeñas, tan bellas como las de enorme tamaño; saber que la belleza también está en los sitios más pequeños e insignificantes.

El pintor trató de acomodarse en la silla, sus manos manchadas reposaban sobre las piernas. Miró hacia el extremo izquierdo del lienzo, desde donde el hombrecillo y los lagartijos nos observaban atentamente. La pausa en la conversación no fue casual; Oliva intentaba hallar un punto de referencia, un asidero…

Es que pierdo mis experiencias anteriores…

Así, sin hojarasca, ni lentejuela teórica, definió Pedro Pablo toda su estética. Lo bello está en lo inesperado, en la simultaneidad de sucesos, en lo cotidiano, en lo contextual. La complejidad de lo simple está en las experiencias que se acumulan, se aprehenden y se desvanecen. Él sabía, por ejemplo, que en el mundo interior de la pequeña figura había un sistema de códigos referenciales de fuerte connotación sígnica, de los que se apropió alguna vez, los trajo, recontextualizó y operó con ellos, pero no puede definir de dónde provienen ni en qué momento de su carrera como artista plástico los incorporó a su depurada técnica de dibujante o a su sistema de concepciones formales. Intuición e inteligencia caracterizan el pensamiento de este creador que sorprende porque siempre va al grano.

La idea de lo bello en lo insignificante no puede asumirse reducidamente, cualquier estrechez de enfoque disminuiría las posibilidades de acercamiento a la obra de Pedro Pablo Oliva. Cierto, sus personajes de pequeña estatura abundan, es como si saltaran de lienzo a lienzo, atados unos a otros como hermanos de cofradía, confabulados en situaciones irónicas, casi paródicas. Pero el fundamento de su concepción no está en las dimensiones físicas o anatómicas, sino en las estéticas, en el poder de reflexión profunda a partir de acontecimientos aparentemente comunes, sin connotación, sin trascendencia. Sólo de esta manera era posible solucionar el dilema trágico de su serie Navegantes. Las obras que conforman este conjunto develan un entramado que nos puede resultar extraño si tenemos en cuenta que no es propia de Oliva una visión existencialista del mundo. ¿Qué significa, entonces, esta serie en que los límites de la vida y la muerte se confunde en situaciones de cruel tragedia y fino humor?¿Es que entre la vida y la muerte solo media una decisión posible? ¿Hacia qué punto cardinal de la geografía del ser navegan sus protagonistas? La desarticulación de la distancia entre la vida y la muerte, entre lo vivido y lo por vivir, hace impermisible operar con opciones de criterios sociologizantes. El absurdo es también comparativamente insuficiente, porque a lo que se dispone el ser por naturaleza, es a existir, incluso el que escoge la muerte como única alternativa lo hace para satisfacer el sentimiento vital de temor a la vida. Esta paradoja o dilema existencial acompaña a todo hombre y mujer que extraen el tronco del lugar en que germinó, y sus raíces quedan prendidas a la tierra como testigos excepcionales de los verdaderos orígenes.

Emigrar como sea, en lo que sea y a costa de lo que sea, fue para muchos de los llamados balseros la decisión sobre lo imposible, y ese afán llevó al desenfreno, a realizar los más inverosímiles inventos en los que Oliva hizo también sus aportes: hamburguesas, cuchillos, cajas de fósforos, huevos…, la recombinación simbólica le permite crear todo un discurso metafórico sobre el desarraigo, el exilio interior y exterior, la fragmentación de valores. En la trascendencia real del suceso y la aparente simplicidad de la narración visula se encierra la belleza discursiva de las obras de Pedro Pablo.

No sé qué me indujo a situar al mago en ese lugar…

Nuevamente el punto de referencia volvía ser el lienzo de la joven modelo sentada de espaldas y el pintor a su acecho. El diminuto universo que se levantaba en el caballete y la aseveración de Oliva traían un nuevo tema: las relaciones espaciales en su obra.

Varios son los elementos que se deben tener en cuenta al profundizar en un estudio morfológico de la pintura Pedro Pablo. En primer lugar, las relaciones figurativas y colorísticas como recurso esencial de su expresión muy cercana, desde mi punto de vista, a la fórmula cezanniana de color-forma; segundo, la interacción de planos muy similar a las tiras cómicas, y tercero, el carácter secuencial, casi cinematográfico, de su concepción espacial.

Cuando en las obras de Oliva el color alcanza mayor protagonismo, se alza en relieves de textura, reafirma la levedad cromática, con igual fuerza plástica emerge el dibujo como lobos de carácter antropocéntrico, en tanto la figura humana es, básicamente, la que estructura los planos y en la relación de estos el lenguaje sígnico del discurso pictórico.

Como en los comics, en la generalidad de las obras de este pintor no hallamos grandes profundidades, la perspectiva se localiza a un nivel de los personajes que constituyen el centro de la atención y la tensión perceptiva. Esta visión evocativa del espacio le permite (re)ubicar, (re)combinar, (re)dimensionar cada elemento según sus criterios estéticos e intelectuales, a lo que se le suman la maestría y la intuición para alternar lo verosímil con lo inverosímil, lo real aparente con lo real simulado, la reflexión más completa con una escena de la picaresca más ingenua.

Cuando buscamos las invariables nos percatamos de que la mayoría de los personajes que Oliva nos recrea están atrapados, enmarcados en un estrecho espacio, ya sea “arquitectónico”: Españoles atacando a una mulata, díptico (1993); Don Gervasio Pun, (1993); El buen hogar, (1994); El encantador de muchachas, (1994); Serie Balcones, una buena parte de ls personajes del rey de la serie Los circos, y la importante serie Refugios; ya sea “costumbrista”: Niña con flores sobre caja de cuerda, (1992); Siesta con pájaros verdes, (1994); esta última de la serie Sillones de Mimbre, y en lo que pudiéramos denominar “de encuadre cinematográfico”: Lo importante no está en quien pone la cabeza, sino en quien se queda con la manzana (1990); serie Consejos de Mamá; Cajas de fósforos (1991); serie Navegantes, Hombres intentando hacer el amor con una nube y Navegantes espirituales (1992); Pescadores de navegantes y hombre mirando nacer la lluvia (1993), entre otras.

Recuerdo la ocasión en que un amigo francés me decía que mi obra era como ver una película bien montada, y ahora de nuevo…

La enmarcación, simultaneidad y superposición de planos crea, ¿intencionalmente?, una relación intravisual que dirige el foco de atención en recorrido generalmente de izquierda a derecha, para hacer una lectura del sistema de signos referenciales y decodificar las secuencias como en cualquier filme. Esta relación no se manifiesta solo a nivel de la propia obra, sino también entre varias, formando todo un sistema (Series) con una narración coherente y lógica en su estructura interna y externa muy propia de los guiones cinematográficos. Sin dudas, esta organización imprime una movilidad al texto visual aprehensible tanto en su forma independiente como en su ensamblaje total, por lo que cada obra tiene su propia existencia y a la vez se comunica con otra(s) en una estrecha intertextualidad.

En estos canales comunicativos, la figuración, el color y la textura expresan un sentido y asimilan un espacio físico y de temporalidad subyacente en el minúsculo fragmento de época atrapado por el pintor. A la vez, los personajes de Oliva son portadores de un tempo (ritmo, cadencia) vibrante y apacible, mecánica sensoperceptual significativa para la trascendentalidad personal y social.

Por tanto, el espacio es, al tiempo, lo que el movimiento de la historia y los hechos son a las criaturas de Pedro Pablo.

No me imagino qué escribirás sobre mi obra, pero hay un sello que la hace inconfundible: la ternura…

No quedaba qué decir. Oliva me acompañó hasta la salida, estrechó mi mano y volvió al silencio de su estudio, imaginando que alguien se disponía a sembrar sueños en los muros de la ciudad.

Ramón Fernández Cala

Ramón Fernández Cala

Crítico de Arte